domingo, 26 de abril de 2009

El árbol

Era un día lluvioso de primavera.
Los cielos estaban cubiertos de nubes, caldeadas por el sol que les golpeaba desde arriba, y abajo la humedad y el calor podían haber llegado a ser molestos.
Estaba sentado a los pies de un árbol. Las hojas no se movían, pero al mirar hacia arriba podía ver las ramas cubriendole, abrazándole. Las ramas que le contaban historias, de cuando aquello había sido un inmenso bosque. De cuando había estado rodeado de hermanos, y había hablado con ellos todos los días. No eran historias tristes; eran historias de felicidad, de dulce agua fresca y de pájaros cantando.
Y aunque con el paso del tiempo sus hermanos habían ido desapareciendo y ya solo quedaban unos pocos y los hombres habían construido un camino y ya nadie se paraba a hablar con él, aun así el árbol no guardaba rencor. Y si un caminante se paraba a hablar con él, contaba las largas historias de susurros al viento y contaba la larga historia de calmo silencio y de feliz luz del sol.
A veces el caminante le respondía. Le contaba sus penas y sus alegrías. Le decía de donde venía y hacia donde iba. Le contaba como era el roce de la piel amada, llorar una noche por su ausencia, reir por una broma y responder a una sonrisa. Le contaba que solo quedaban unos pasos para volver a ver a esa persona...y que al verla le hablaría de las historias del árbol, de sus sueños y de su larga sonrisa.
Le daría las gracias porque, pese a que a veces el cielo estaba oscuro y a veces el calor asfixiaba, pese a la soledad y al paso del tiempo, ella también le cubría con sus ramas y le contaba sus historias.

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