jueves, 16 de abril de 2009

Film noir 1

Mis parpados tiemblan.
Hace frío, y no se muy bien donde esta el suelo y donde el techo. Hace frío y noto humedad en los pies. Entreabro los ojos y todo esta borroso, un puñado de manchas danzantes.
De pronto todo se coloca en el lugar adecuado; mi cabeza reposa en el suelo de una celda maloliente, el tipo de celda en la que tipos sudorosos, rancios, que apestan a alcohol y orines pasan las noches. Yo he pasado mas de una noche en una celda como esta.
Me levanto tambaleante, e imediatamente vuelvo a caer. Mis codos hacen un ruido sordo al chocar contra el suelo, y emito un quejido. El tipejo que tengo a la derecha es un hombre desgreñado y con aspecto de no haber visto agua desde hace un par de años por lo menos. No en una ducha, y menos aun en un vaso.
Sonrio y el tipo me sonrie. Supongo que ambos nos reimos del otro.
La reja de la celda se abre con un estrepito, y cuatro manos me aferran, me revolean por el suelo. Las esposas se cierran como torniquetes en torno a mis muñecas; tampoco es nada que no hubiera sentido nunca. Un policia joven, con la espalda tan ancha como un armario, me levanta del cuello de la camisa y me lleva por los pasillos frios de los calabozos hasta los pasillos bien acondicionados de la comisaria. Allí se pavonean con sus uniformes los hombres de la ley, mirandome por encima del hombro como el trozo de escoria que soy a sus ojos. No les culpo; yo tambien fui estupido y tambien lleve un uniforme, antes de que me quitaran la placa y tuviera que dedicarme a rebuscar en la basura de los maridos infieles y de los palurdos que querian engañar al seguro.
El joven de las espaldas descomunales me estampa en una silla, en una sala de interrogatorios. Mientras me desata y me vuelve a atar las manos al respaldo de la silla, miro la habitacion. Se ve que ya me conocen, porque han traido provisiones; varios termos de cafe y una bolsa de bocadillos. Si no quiero que me saquen información no se me puede convencer.
Ni siquiera ahora; daría mi ojo derecho por una maldita taza de cafe.
-Maldita sea, Mike-el teniente Antolini me lanza una mirada asesina y sacude la cabeza-Eres un idiota, uno de los idiotas mas grandes que he conocido, pero no sabia que fueras a ser capaz de esto.
No respondo. No aguanto a este cerdo.
-Se que me lo vas a intentar poner dificil, Mike-dijo Antolini, sentandose en la mesa. A su derecha se situa el joven; estaba mas que claro que iban a hacer el tipico poli bueno, poli malo. Aunque a Antolini le suele gustar hacer el poli malo, poli peor.
-Por eso-continua el cerdo-vamos a hacer como los deportistas. ¿Haces deporte ultimamente, Mike?
-Me folle a tu madre ayer, ¿eso cuenta?
Los nudillos de Antolini me machacan el pomulo como un piston de acero, pero no me pilla por sorpresa.
-Los deportistas-Antolini intenta parecer calmado, pero se lo que le revienta que insulten a su madre-siempre calientan antes de hacer ejercicio. Asi que-esta vez es la mejilla la que se machaca, y noto como los dientes me cortan por dentro. Empiezo a sangrar-vamos a calentarte.
Le escupo en la cara, y la sangre oscura le gotea por la nariz y le cae cerca de la comisura de la boca. Le tengo especial odio a Antonini; se follaba a mi exmujer. Para ser exactos, el fue la causa de que se convirtiera en mi exmujer. Sin embargo, el seguia tratandome como si fueramos aun compañeros de patrulla, aunque estaba claro que fingiera.
Antonini me desprecia, y mucho.
Oigo un chasquido cuando el puño del poli joven me rompe la nariz, y jadeo mientras Antonini me golpea las costillas. No me muevo. No tendria demasiado sentido.
Al cabo de un rato se aburren, y Antonini decide que quizas habria que empezar a hacer preguntas. Al fin y al cabo es lo que se supone que los polis hacen.
-Tu la has matado-es una afirmacion, no una pregunta.
Mis labios no se mueven.
-El teniente te ha hecho una pregunta, ¡responde!-el policia joven me golpea, y mi cabeza gira hacia un lado a toda velocidad. Un poco mas y me habria quedado inconsciente; un poco mas y mi cabeza habria dado la vuelta y se habria desenroscado, como en los dibujos animados de la Warner.
Escupo sangre en los pantalones y zapatos del joven. Le costara quitar la mancha.
-Golpeale hasta que los dientes le bailen claqué en la mandibula-escucho a Antonini decir.
Esta vez el puñetazo me manda directamente a la inconsciencia.

Cuando me despierto, creo estar en un sueño. Delante de mi, radiante y hermosa, esta una diosa. Su pelo oscuro cae en ondas por su espalda y su pecho, y lleva un traje elegante y femenino. ¿Un traje?
Entonces no es un sueño, estoy despierto. Esta es Gonzalez, de Homicidios. La he visto un par de veces por la comisaria; es imposible apartar los ojos de su figura.
-Michel McFinn...señor McFinn, ¿se encuentra usted bien?
Su voz es dulce, dulce.
Dulce.
Antonini, maldito bastardo. Sabes que las mujeres me pueden.
Asiento.
Ella sonrie, ligeramente complacida. Esto te va a valer un ascenso, muñeca.
-Por favor, cuenteme...su version de los hechos-me susurra.
El recuerdo invade mi mente. Bianca...Bianca tumbada en el suelo. La sangre trepa por su precioso vestido, su preciosa sangre por su vestido. La bala le atraveso el corazon.
Esta muerta, inmovil en el suelo.
La pistola esta en mi mano, tibia. La miro, y veo mi reflejo en el cañon. Subiendo la calle llega el rumor de las sirenas de la policia, y las cortinas empiezan a empaparse del color azul de sus luces.
Si, las mujeres siempre me han podido.
-Aflojeme un poco estas esposas y le contare todo lo que quiera saber.
Ella hace un gesto a un policia que esta apoyado en la pared y este se acerca y me quita las esposas. Me froto las muñecas.
-De acuerdo-dice ella. Se que tiene una grabadora y que Antonini escucha desde detras de aquel espejo, pero, ¿que importa ya?-Empice.
Asi que comienzo a contarle mi historia.

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