miércoles, 22 de abril de 2009

Escatología

Bueno, se dijo Samuel. Quizás ya va siendo hora de que me marche.
Estaba en un café, en una de las calles del centro de la ciudad. Fuera las calles se empapaban bajo la gris lluvia, y la gente pasaba a toda prisa, intentando guarnecerse en un lugar seco. A veces podía ver parejas cogidas del brazo, bajo el mismo paraguas, y una punzada de celos indefinidos le pinchaba. Maldita gente normal.
Se puso la chaqueta y cogió su paraguas, dejando la cuenta en la barra. Había esperado más de una hora a que ella llegara, pero al final...al final no había venido.
El viento frío de la calle le golpeó, y se subió los cuellos de la chaqueta mientras se cubría con el paraguas. Un dia de lluvia, de esos en los que el cielo está tan oscuro que no se sabe que hora es; perfectamente podría estar anocheciendo.
Suspiró. Su pie izquierdo se metió en un charco.
Tarde, tarde...tarde. Nunca llegaba a su hora. No era que no quisiera ir ni que no pensara en hacerlo; sencillamente, no llegaba nunca a la hora que debería. Ahora se dirigiría a su casa, a ver que había ocurrido esta vez. Aquella vez que su casa se había inundado porque las tuberías se habían atascado. O aquella otra que a su vecina se le había inundado la casa de gas, y ella se había pasado una hora sacando sus cosas a la calle, por si la explosión alcanzaba su apartamento. O aquella otra que su vecino intentó suicidarse con una cuerda y una granada de mano metida en la boca...a ella siempre le estaban ocurriendo cosas extrañas...
Ah, hablando del rey de Roma...
Ludmila venía corriendo calle abajo, vestida solamente con una camiseta y unos vaqueros. Estaba empapada de pies a cabeza, y no llevaba ni paraguas ni un misero chubasquero.
-¡Hola!-dijo Samuel, sonriendo. Le miró los pies; no llevaba zapatos. Tenía que haber sido algo grande aquella vez-¿Que ha pasado?
-Por favor, tienes que venir a mi casa-dijo ella, mirandole a los ojos. Tenía la cara empapada de agua, los ojos húmedos. Su camiseta se pegaba, húmeda, a su torso, y se le notaba el sujetador por debajo de la fina y mojada tela.
Desde luego que voy a ir a tu casa, se dijo Samuel.
-Claro-dijo, y le pasó un brazo por encima de los hombros. Tiritaba. Pese a las buenas vistas le tendió su chaqueta, y ella se arrebujó en la tela gruesa. De todas formas la camiseta solo empaparía la chaqueta...
Fueron a toda prisa a la casa de Ludmila. ¿Que sería aquella vez? Samuel ya estaba curado de espantos, pero tambien lo estaba ella, y sin embargo parecía bastante nerviosa. Ya verían lo que era.
Entraron en el apartamento. Por todas partes se veían las señales de que allí vivía alguien joven; posters, figuras de plástico de series animadas, ropa tirada por doquier, y un tenue olor a comida del dia anterior dejada en el fregadero. Samuel cerró el paraguas. Su apartamento olía por el estilo.
-¿Donde está eso que quieres enseñarme?-dijo, quitandole con suavidad la chaqueta.
Ella le hizo un gesto con la mano para que esperara, y asi lo hizo él. Cuando Ludmila volvió con una camiseta seca, él se arrepintió de no haberla seguido a su cuarto.
-Sigueme-dijo ella, cogiendolo con decisión del brazo.
El se dejó llevar.
Y ella lo llevó al cuarto de baño. Lo puso al lado del retrete. Y señaló.
-Levanta la tapa-dijo.
Oh dios. ¿En serio me ha llevado para que vea su...?
-Vamos, mira.-dijo ella-Por favor.
Samuel levantó la tapa lentamente, sin desear ver lo que había debajo. Sin embargo, una vez lo hubo visto, la abrió del todo.
Paso un minuto.
Pasaron dos minutos.
Pasaron diez minutos y Samuel bajo la tapa.
Y miró a Ludmila.
-¿...esas cosas que se movían...?-dijo solamente.
-Viste lo que eran. Sabes lo que eran-dijo ella. Y continuó-¿Y viste...lo que había en lo alto del todo...?
Para no verlo, penso Samuel.
-Si-contestó únicamente.
Estaba todo tan rojo...incluso desde donde estaba podía sentir el calor...
-¿Podemos...podemos ir al salón?-solo quiero irme de esta habitación, pensó Samuel.
Ella asintió.
Se sentarón, sin mirarse apenas a la cara.
-Tendrás...tendras que tener cuidado a partir de ahora...-dijo Samuel-Ya sabes...no vayan a...
-Estan bastante abajo, ya lo viste-dijo Ludmila-No creo ni siquiera que puedan vernos.
No con lo que les estan haciendo, desde luego, pensó Samuel.
Increible.
-Este tipo de cosas solo me pasan a mi-dijo Ludmila.
Desde luego, pensó Samuel.
Porque lo que había visto alla, dentro del inodoro, había sido como uno de aquellos cuadros de El Bosco. Lleno de figuras, torturadas...y en lo alto del todo, aquella figura bestial, mitad hombre mitad animal, con aquellos cuernos descomunales...y tan afilados...
Era una especie...de portal...
Increible.
Mi novia tiene un portal al Infierno en el water.
-Si, este tipo de cosas solo te pasan a ti-murmuró.
La miró a la cara. Aun seguía angustiada.
-¿Estás...quiero decir, estás bien?-dijo, poniendole una mano en el hombro.
Ella asintió, y sonrió despreocupada.
-Si, bueno-dijo, encogiendose de hombros-Ya sabes, es raro...pero hay que verle el lado bueno.
-¿Que lado bueno?
-No creo que las tuberías vuelvan a atascarse.

2 comentarios:

  1. lool, de hay sale lo de la lluvia es el meao del de los cielos?? que paranoya, mola!

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  2. jajajajaa me alegro de que te gustara xD

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