jueves, 27 de agosto de 2009

Desde detrás de lo azul

Las calles estan cubiertas de nieve. A lo lejos, un pajaro solitario grazna, y de alguna manera acentúa el frio en mi piel.
No hace suficente frío como para que la nieve sea ese polvo agradable y suave de los cuentos, y no hace suficiente calor como para que esa nieve se transforme totalmente en agua, asi que la mayoría de las aceras tienen charcos de agua sucia, barrosa. He metido los pies en unos cuantos charcos de camino a aquí. Tengo los calcetines empapados, y hacen un sonido extraño y gracioso, como de succión, cuando camino. A mi no me hace gracia.
Estoy en un columpio, en esta ciudad solitaria. Es por la mañana, ni tan temprano como para que la gente este saliendo al trabajo ni tan tarde como para que los que no trabajan se hayan levantado. Estoy en un columpio, y el mecer de las cadenas me acuna, como si fuera un niño pequeño. El maletín está a un lado, lleno de papeles que ya no voy a tener que utilizar.
Hay un pájaro, un cuervo muy grande, subido en un tejado, que me mira. Parece querer decir; inutil. Parece querer decir; por favor, desaparezca de mi vista.
Supongo que en realidad no está diciendo nada de eso, pero así me lo parece a mi.
Me arrebujo en el abrigo, un abrigo de doscientos euros que no voy a volver a llevar hasta que la situación no lo requiera. Al fin y al cabo, solamente lo compré porque tenía que estar cara al público.
Miro el cielo y me columpio un poco. ¿Que voy a hacer ahora?

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